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Entrevista de Aína Vich a Antonio Gualda - 22 de Mayo de 2006 - Pensamiento y Obra de Antonio Gualda Jiménez
Entrevista de Aína Vich a Antonio Gualda
"Pensamiento y Obra Musical de Antonio Gualda Jiménez".
22 de Mayo de 2006
(Aína Vich Martínez es estudiante del Conservatorio Superior de Música de Palma de Mallorca, España.
Obtuvo la calificación de SOBRESALIENTE por este trabajo, centrado en el pensamiento y la obra musical de Antonio Gualda, en la asignatura de Historia de la Filosofía de la Música al finalizar el curso académico 2005-2006).
8 Copyright by Aína Vich Martínez y Antonio Gualda Jiménez. 2006.
Primera Parte
AÍNA VICH: A mi modo de ver, una vez entramos en el Siglo XX (en Música), se produjo una crisis o una ruptura entre lo que era la comunicación (se rompe el “código -emisor, canal , receptor”). A partir de aquí, las opciones que tienen los compositores que vienen a continuación son: o bien construir un código nuevo, o, por otra parte, reconstruir el antiguo. ¿Qué hacen, pues? Mediante la experimentación ¿van trabajando sobre ello, sobre lo que llamamos “Los Paradigmas de la Comunicación”?
ANTONIO GUALDA: No entiendo yo, en lo musical, exactamente, que se produjese una ruptura, al comienzo del Siglo XX, con el lenguaje musical del pasado ni con sus códigos de comunicación. El mismo Arnold Schönberg no abandonó nunca el Sistema Tonal, pese a sus innovadoras ideas...
A algunos compositores se les fue quedando “pequeño” el sistema tonal. Unos decían que se había agotado, y que ya se componía como utilizando moldes, pero cambiando los ingredientes de cada obra (los temas o sujetos, las escalas, la manera de efectuar las variaciones, los episodios, etc...), y otros, sencillamente, pasaron de una forma de comunicación a otra, que yo siempre he encontrado como consecuencia de la anterior.
Hay algunos claros ejemplos de un presunto hartazgo (por parte de los compositores) de las fórmulas tonales. Por ejemplo, el uso, que no, abuso, de los acordes prestados de otras tonalidades que hizo el mismo Schubert. La tonalidad en la que se desenvolvía, a veces, era la que se le quedaba pequeña.
Algo más tarde, en ciertas oberturas de Wagner, también aprecio un determinado intento de escapismo de lo meramente tonal.
Así, llegado el Siglo XX, los compositores de la 2ª Escuela de Viena ya se vieron abocados a buscar otra manera de organizar las partículas musicales, por pequeñas que fuesen. De ahí, el nacimiento del Dodecafonismo y todo lo que se refiere a la Música Serial.
Aunque, para mí, hay otro precursor de todo esto, que es Charles Ives.
En las Artes, no todo se puede cuantificar científicamente, pero resulta curioso que en la Música casi se cumplió, por esa época, uno de los principios más rigurosos del Método Científico: casi al mismo tiempo, y en puntos muy distantes del planeta, distintos compositores (sin ninguna conexión entre ellos) comenzaron a experimentar con la atonalidad...
A.V: La atonalidad... ¿No implica cierto desorden ese concepto?
A.G: No creo... En mi opinión, la atonalidad vino a abrir muchos campos del ámbito sonoro, reordenándolo desde otros puntos de vista muy amplios. Tanto, que no sólo se quedaron en los millones de combinaciones posibles de los sonidos propios del sistema temperado, sin que en cada combinación se tuviera que depender de un sonido principal (lo que entendemos por Tónica). Se abrió, igualmente, el microtonalismo, haciendo pedazos (es una manera de decirlo) el principio del Sistema Temperado del que, igualmente, pienso del mismo que se sustenta en un severo artificio, al obligar a hacer coincidir los sonidos sostenidos con sus inmediatos sonidos bemoles, cuando todo el mundo sabe que eso, físicamente, no es así, al estar divididos los tonos, cada uno de ellos, en 9 comas, y que un sonido sostenido es el tal sonido más 5 comas, y un sonido bemolizado es el mismo menos 5 comas. Con lo que resulta que lo que realmente es artificioso es el Sistema Temperado. Desde el punto de vista físico; y, si se me aprieta, desde el matemático: en síntesis, desde el científico.
A.V: Ya...; eso parece razonable, pero... a la gente le sigue sonando mal casi todo lo que vino a partir del Dodecafonismo...
A.G: Es una pena: en Arte (y siempre me referiré a la Música como un Arte), el gusto por una cosa o por otra siempre es relativo. Al público, en general, la, digamos, Nueva Música, le sonaba mal..., pero eso es porque el oído le venía ya acostumbrado al Sistema Temperado. Probablemente, si los compositores serios hubiesen comenzado por trabajar el microtonalismo, el Dodecafonismo, etc..., antes que el sistema Temperado, lo que habría chocado, al llegar a este último, habría sido el Temperado. Eso nunca se sabrá, a ciencia cierta, porque para ello sería necesario reinventar la Historia de la Humanidad.
A.V: De cualquier manera, parece que sí se rompió el enlace “código-emisor, canal , receptor”, o, dicho de otra manera: “compositor, canal, público”.
A.G: Puede que así haya sido, pero ello no invalida, para nada, los presupuestos surgidos en el Siglo XX.
El artista, en general, y el compositor, en particular, han de buscar siempre innovaciones, el “ir más allá”... No está en sus manos que sus experimentos y posibles posteriores asentamientos estructurales, formales, estilísticos, etc... calen en el público.
Ya, poco después de las primeras experiencias, los presupuestos de la 2ª Escuela de Viena se vieron bastante perjudicados por otras experiencias, en mi opinión, bastante diletantes (y sálvese quien pueda)... Me estoy refiriendo al “todo vale en las Artes”, al Dadaísmo (que tampoco pretendía romper con lo anteriormente establecido)... Resulta obvio aclarar que el grito “épatez les bourgeois” no debió caer muy bien, precisamente, entre la burguesía que, por lo general, compone la masa de aficionados a la música culta...
A.V: Sí; pero han transcurrido casi cien años, desde aquello, y la gente (el público) parece muy alejada aún de todos esos presupuestos...
A.G: La música culta parece estar destinada sólo a una minoría de público, lo que es una pena. Y lo está, creo yo, debido a que la Música es el arte más abstracto, por cuanto que ni se ve ni se palpa. El público, cuando va a conciertos, generalmente no desea escuchar cosas nuevas. Es un hecho demostrado que la inmensa mayoría de los melómanos, incluso de aquellos mejor informados, encuentra un cierto gusto en escuchar una y otra vez las mismas obras, y en comparar versiones, según directores e intérpretes. Desde el punto de vista del compositor serio y comprometido, es el público el que menosprecia al compositor, pues parece interesarle más por cómo se hacen versiones y más versiones de una misma obra que plantearse escuchar a fondo nuevas obras. Y si las nuevas obras “rompen” con su memoria sonora colectiva, pues ya me dirá...
A.V: Siempre se dice que son los compositores del Siglo XX los que han menospreciado al público...
A.G: Se dice eso, sí. Pero yo no creo que sea realmente así.
Veamos:
En primer lugar, el compositor comprometido no puede estar pensando en que la obra que esté componiendo luego será o no será del agrado del público. Ningún creador artístico serio se plantea eso. Si uno compone para agradar a un determinado público, el verdadero autor de esa música sería ese público, y no el compositor. En esto, se mezclan demasiadas cosas, que no tienen nada que ver con la esencia del Arte: la necesidad de que las obra resulten comerciales, para que los empresarios las programen y no pierdan dinero...
En segundo lugar, el compositor casi nunca sabe cuándo se estrenarán sus obras. Muchas de las mismas, si llegan a estrenarse, se estrenarán tras la muerte del autor. Así que ¿cómo, ni aún queriéndolo, plantearse el escribir música de verdadera creación artística pensando en agradar a un determinado público, si el compositor, como digo, casi nunca sabe qué clase de público escuchará sus obras por primera vez?
¿Quién rompe, pues, el “código -emisor, canal , receptor”? ¿Los emisores o compositores, o los receptores o público?
A.V: Y, volviendo al caso concreto del Siglo XX y lo que va del XXI...
A.G: Pues seguimos en la misma “historia”: a partir de la segunda mitad del XIX comenzó a aflorar el deseo excesivo del éxito, ese virus que nos invade... Y no es porque lo diga yo. Lo han dicho los pensadores más preclaros del materialismo dialéctico, desde Albert Smith a Russell...
Pensemos en Bach, por ejemplo: ¿estuvo Bach pendiente de si sus obras serían desempolvadas mucho tiempo después, y de si, aún bastante más tiempo después se las empaquetaría como productos de consumo burgués?
Así, tras las dos guerras mundiales, y el turbulento período de entre guerras, se desempolvaron los presupuestos de la Escuela de Viena, y se siguió trabajando en otros...
Al público de la década de los cincuenta, todo eso le sonó a chino, obviamente...
Y, ya, los medios de comunicación de masas estaban invadidos por la comercialidad y la publicidad...; estaban más pendientes de difundir, no ya la música clásica de toda la vida, sino toda una suerte de música popular muy sencilla y muy directa...; tanto, que iba directamente contra los bolsillos de los millones de nuevos consumidores, comenzando por los jóvenes, que eran producto de una sociedad decadente, hijos de ex combatientes...
De la misma manera, ningún Estado incorporó a sus enseñanzas regladas y obligatorias (no me refiero a las musicales de los conservatorios, que tampoco) nada de lo que había surgido, desde aproximadamente 1911, como verdadera música de creación artística. Es decir: tampoco funcionaron (ni funcionan) adecuadamente los “canales” de los paradigmas de la comunicación.
A.V: Pero Vd. Fue uno de aquellos jóvenes de esa sociedad decadente que describe...
A.G: De alguna manera, sí, aunque no sean demasiado comparables la decadencia de la sociedad española de los cincuenta y de los sesenta con la de los Estados Unidos, donde el fenómeno de los medios de comunicación de masas audiovisuales había “estallado” (quizás, nunca mejor dicho) de manera más palpable e influyente sobre todo el mundo occidental.
Naturalmente, también caí en las redes de ese tipo de sociedad. De todos mis amigos y compañeros, yo era el único que estudiaba música. Yo era el bicho raro. Así que, al llegar mi segunda adolescencia, me sentí “tentado” por las tendencias de la música fácil y comercial... Era algo que se mascaba en el ambiente y resultaba casi imposible evadirse de eso. Pero lo que yo hice no iba encaminado a ganar dinero, sino a “ser alguien” dentro de mi tribu urbana (expresión que no se utilizaba ni se conocía en esa época, aunque, casualmente, mi pandilla se llamaba “La Tribu”). Algo en lo que cayeron, prácticamente, todos los que ahora tienen mi edad, o edad parecida, y que han llegado a tener cierto nombre dentro del mundo de la música culta. Por suerte o por desgracia, aquello fue una especie de pequeña fiebre, que se pasó, casi en todos los casos, al sobrepasar los años de primera juventud...
De cualquier manera, esa fiebre viene a confirmar más aún lo que vengo argumentando: hasta los que teníamos serias inquietudes artísticas nos vimos envueltos por la telaraña que los “medios” tejieron a nuestro alrededor.
Así que, imagínese, lo que esa telaraña ha podido hacer desde entonces con los tiernos oídos de quienes “miran” la música, exclusivamente, como algo lúdico, y no como una vía de pensamiento, o de abstracción, etc...
A.V: Y, usted, ¿intentó construir algún código nuevo?
A.G: Siempre se intenta, claro. Pero no, desde un principio. Lo primero es tratar de conocer cuantos códigos se hayan dado a lo largo de la Historia, para no repetir lo ya hecho.
Quizás yo no haya construido ningún código nuevo, sino que, más bien, he incidido en los nuevos presupuestos que se me ofrecían y, a partir de los mismos, he abundado y ahondado en los mismos.
A.V: ¿Por ejemplo?
A.G: Pues aplicando fórmulas matemáticas a la estructuración de algunas de mis obras. Fórmulas matemáticas nunca antes aplicadas a la composición musical. Comenzando por sencillas progresiones geométricas y siguiendo por las famosas fórmulas de Bessel, de la Trigonometría del Espacio...
A.V: ¿No es demasiado frío, todo eso?
A.G: Depende de cómo se mire el asunto. Y depende de cómo se utilicen esos resortes matemáticos.
El desarrollo de una determinada fórmula, aplicándola a todos los elementos estructurales de una obra musical (desde los tímbricos a los dinámicos, etc...), no garantiza, en absoluto, que el resultado sea una obra musical artística y de interés.
Una vez aplicado el desarrollo, tiene que aparecer la mano del artista para poner aquí, quitar de allá y, en definitiva, darle el toque final que deje el invento como obra artística.
Le aseguro que mi “Teorema Cósmico” no deja indiferente a nadie, je, je... Y no me pregunte por qué...
A.V: Pero, como compositor, seguro que ha sufrido cierta incomprensión por parte del “elemento receptor”...
A.G: No solamente del receptor, que a éste siempre se le puede ir iniciando... Principalmente, la incomprensión ha venido por parte de los gestores culturales, que nunca vieron “nuestras músicas” (y ya meto aquí a todos mis “compañeros-mártires”) como “productos” comerciales o como vía para ayudarles a ganar las siguientes elecciones...
A.V: ¿Y la prensa?
A.G: La prensa, la de información general, aunque cuenta con secciones dedicadas a la cultura, más bien se centra en todo aquello que supone espectáculo y que beneficia a sus anunciantes o a los partidos políticos en el poder y a los que intentan acceder al mismo...
Lo normal es que no le hagan a uno preguntas demasiado... inteligentes. Como también es normal que, muchas veces, desvirtúen el contenido de las respuestas que damos los compositores.
Si a uno le entrevista una becaria de periodismo, sobre sus composiciones recientes, mal vamos...
A.V: Y ¿no le preocupa que sus obras no se vayan estrenando, según las va terminando?
A.G: No; preocuparme, no. Aunque claro que uno se enfada ante estas situaciones. Un pintor abstracto, por ejemplo, sólo tiene que sacar a la calle su último cuadro para que la gente lo vea. Ya me dirá, si me dedico a sacar mis últimas partituras a la calle, pretendiendo que los viandantes les echen un vistazo...
A.V: Nos queda lo que respecta a su lenguaje musical…
A.G: Mi lenguaje musical comenzó siendo el tradicional, obviamente. Pero pronto pasé a otras cosas. En realidad, he tocado casi todos los “palos”. He pasado por el minimalismo, por el el serialismo, el pantonalismo, la música concreta, la electroacústica..., e, incluso, la de cierto corte nacionalista, la barroca y, en definitiva, la tonal.
No reniego de nada de ello. Y, en realidad, como melómano, y, también, como compositor, me siguen gustando casi todos los estilos y sistemas.
En cuanto al aspecto de las grafías de mi lenguaje musical, igualmente he utilizado toda clase de grafías. Desde las más tradicionales hasta las más vanguardistas..., sin olvidar que muchas veces me invento mis propias grafías...
Segunda Parte
AÍNA VICH: Tras todo esto, quisiera preguntarle qué significa la Música para usted.
ANTONIO GUALDA: Podría contestar que todo. Pero no es así. Para mí, la Música es un medio más para expresarme. Tengo un marcado carácter sinestésico, y, aunque se me conozca más por la Música, siempre estuve pintando, escribiendo, etc... A veces, una misma idea la concibo de manera que, para poder expresarla por completo necesite de la Música, de la Literatura y de la Pintura...
A.V: ¿Puede darme un ejemplo?
A.G: “Occisa de una noche de verano”, que es un poema, una canción de concierto o lied y una pintura. Si falta una de las tres cosas, la obra no está completa.
A.V: ¿Cuál es el compositor que más ha influido en Vd.?
A.G: No podría centrarme en uno solo. Desde el punto de vista humano, quizás, Luigi Nono. Era un ser excepcional y le conocí personalmente.
Como orquestadores, Wagner y Richard Strauss, y algunos de los impresionistas franceses. Por la espiritualidad, Bach (concretamente, por su “Pasión según San Mateo”), Bruckner...
A.V: ¿Qué autores reconoce como sus antecesores?
A.G: Pues a casi todos... No olvide que no reniego de ningún sistema o estilo anterior, aunque tenga mis preferencias.
A.V: ¿Quiénes son sus referentes en la actualidad, si los tiene?
A.G: Sin dar nombres, los que se alejan de cualquier forma de poder. Los que no venden su ingenio por un plato de lentejas.
A.V: ¿Un compositor y / o músico español?
A.G: Tres compositores: García Laborda, Francisco Otero y Alberto de la Oliva. Este último, como, quizás, el mejor electroacústico de la Historia de la Música española.
A.V: ¿El compositor debe estar al día en cuanto a los conocimientos de su época?
A.G: Naturalmente. Cuanto más bagaje cultural, social y artístico tenga, más ricas serán sus creaciones.
A.V: ¿Cree que es fundamental la correspondencia intérprete-compositor?
A.G: El intérprete apenas tiene tiempo más que de practicar con su instrumento. Así las cosas, los compositores actuales nos esforzamos en dejar todo bien aclarado en las partituras. No sea que a alguien le dé por “mejorárnoslas” o por hacer versiones... J)))
A.V: ¿Qué cualidades considera importantes en un obra musical?
A.G: Ante todo, que se advierta que la idea del compositor es, más que clara, preclara. Y que la obra esté bien cimentada y construida. Además, aprecio las obras densas, las que muestran diversos planos y volúmenes, cuanto más complejos, mejor... En ocasiones, también aprecio que una obra sea liviana...
A.V: Después de usar lenguajes tan avanzados, ¿siente la necesidad de utilizar lenguajes más antiguos?
A.G: A veces, sí. Depende de la idea en la que base lo que vaya a escribir. O si, por ejemplo, he de escribir para un coro de aficionados...
A.V: ¿Cómo definiría Vd. su estética musical?
A.G: Ecléctica. Muy ecléctica. Quiero pensar aquello de que “nada de lo humano me resulta ajeno”.
A.V: A la hora de componer, ¿se inspira Vd. en algo?
A.G: Nunca me pongo a escribir ante el papel pautado si no tengo ya la idea de lo que quiero hacer. Generalmente, sí: casi todas mis obras están inspiradas en distintos hechos, sensaciones, sueños... En mi caso, sí puede decirse que la mayor parte de lo que compongo, pinto o escribo forma parte de un fuerte proceso emocional..., aunque algunas veces la gente sólo “vea”, por ejemplo, “música contemporánea”. Entonces, de la emoción paso a la risa...
A.V: ¿Arte por arte, o arte por un fin?
A.G: Arte por arte. Si es para conseguir otro fin, ya no es arte, sino mercadería. Hay demasiados mercaderes metidos en esto de la música... El día menos pensado, vendrá Alguien y les dará de latigazos, jeee...
A.V: ¿De cuál de todas sus obras está más orgulloso?
A.G: Naturalmente, de todas. Aunque hay algunas que no pude trabajarlas tan a fondo como yo hubiese deseado...
A.V: Al ser interpretadas, ¿siente que el público recibe lo que Vd. quería transmitir a través de ellas?
A.G: Eso es muy difícil. Si un simple relato literario mío ya exige bastantes lecturas, pues, imagínese, una obra musical... Aunque no siempre escondo tantas cosas... De una primera audición, ya me conformo con que la escuchen, sin más...
A.V: ¿Cuál ha sido su máximo reto musical?
A.G: En general, las obras más complejas que he conseguido terminar. Son varias...
A.V: Para un joven que quisiera ser compositor, ¿qué le recomendaría?
A.G: Que venda todas sus propiedades, reparta el dinero a los pobres y que se pregunte, entonces, si lo suyo es verdaderamente vocacional. Para ser compositor sinfónico verdaderamente comprometido, hay que tener una vocación de pobre a prueba de bomba.
A.V: Se planteó dedicarse a la pedagogía-enseñanza... Como músico y compositor, ¿cuáles han sido los valores y objetivos que intentó transmitir a sus jóvenes alumnos?
A.G: Ante todo, la honestidad. Yo valoro mucho al artista, pero, antes que al artista, valoro la calidad humana del mismo. El sentido ético general de la vida...; eso es lo que principalmente traté de inculcarles...
Pero, como dijo John Lennon, las bombas de ahora son más grandes y “mejores”...
A.V: ¿Tiene planes de futuro? Musicales..., je, je, je...
A.G: Haces bien en reír... Uno siempre está expuesto a la muerte, pero a partir de los sesenta años, la muerte es algo en lo que se piensa todos los días. En ese sentido, mis planes musicales, que los tengo, están supeditados a muchos condicionantes.
De los otros, he de decirle que siempre fui un casto varón. (Don't worry!!!).
A.V: ¿Cree que toda persona puede llegar a disfrutar de un concierto de música culta o esta música es un arte del cuál se requiere preparación previa para poder apreciarla?
A.G: Tal y como están las cosas, sí se requiere de una buena preparación previa. Hay que descontaminar mucho el oído...
Y si se empieza desde los más tiernos años de edad, vale...: ésa es la preparación. Aunque no estoy muy seguro: mi madre solía ponerme, para intentar dormirme, la “Sonata a Kreutzer”. Acabé aborreciendo dicha obra.
The End?
“¡Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada (peor),
como la pena de ser,
en Granada,
sinfónico compositor!”.
(No es un proverbio, pero ¿a que parece chino?)
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Aina Vich Martinez
Para: agualda
Enviado: viernes, 28 de abril de 2006 19:57
Asunto: Estudiante del Conservatorio Superior de Palma de Mallorca
Distinguido Sr. Gualda:
Mi nombre es Aína. Soy una chica de 23 años, estudiante del Conservatorio Superior de Música de Palma de Mallorca. Actualmente estoy cursando segundo curso de Pedagogía del Lenguaje Musical.
Me dirijo a usted por los siguientes motivos:
En la asignatura Historia de la Filosofía de la Música nos han propuesto elaborar un trabajo de un compositor del S. XX que viva a días de hoy y además tenga obras publicadas.
... /...
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E-mail: agualda2[at]hotmail[dot]com
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